lunes, 20 de julio de 2009

Concentrado de THC

Con el vodka que les sobró a los chicos en Viña preparé un concentrado de THC que encontré en el libro “Las Mejores Recetas con Marihuana” de la autora bonaerense Isabel Riera, el cual, afectuosamente, me envió mi buen amigo Polo.

Les dejo aquí las instrucciones de cómo prepararlo por si alguno de mis lectores se anima:

Concentrado de marihuana

El concentrado, que se hace también a partir del alcohol, es el que se usa en cocina. Su nivel de alcohol es mucho menor que en el extracto, lo que está más concentrado es la marihuana.

Para hacer el concentrado disponemos 100 g de hoja de marihuana en un bol y las cubrimos con 1 litro del alcohol elegido. Removemos, tapamos y lo dejamos reposar dos días como mínimo. Pasado este tiempo, lo que hacemos es quitar la tapa y dejar la mezcla al aire durante toda una noche. El líquido debe reducirse a la mitad. Entonces lo filtramos y exprimimos bien las hojas. Deberemos tener medio litro de concentrado. En este punto, el volumen de alcohol se habrá evaporado tanto que ya podemos calentarlo sin peligro de incendio. Calienta el medio litro de concentrado a fuego lento, hasta que se reduzca a la mitad, y tienes el resultado final, que es un cuarto de litro de concentrado de gran potencia. Piensa que media cucharadita de postre de este líquido equivale a 1 g de hoja. Respeta las dosis y sé preciso en las mediciones, por tu bien.

Con las hojas de la California Orange (Q.E.P.D.) que me dejó el David, logré un concentrado bastante promisorio para ser la primera vez. Solamente debía buscar la ocasión adecuada para poner a prueba el precioso elixir, el cual vertí en 2 botellitas distintas. Uno para la pandilla, y el otro para uso personal, pensé.

Tal ocasión se presentó a la semana siguiente, cuando un día domingo despertamos a eso de las 10 de la mañana con el Víctor, que se había quedado a dormir en mi casa. Nuestra primera intención, como pueden imaginar, fue rolar un caño y fumar. Pero, entre que el Víctor se pasaba a mi cama para capear el frío debajo de mi poco vegan cobertor de plumas (yo le dije a mi mamá que no lo quería), se me ocurrió que era mejor idea evaluar la efectividad del concentrado de marihuana.

Dicho y hecho, un par de cucharadas para cada uno y a esperar.

De primera no fue mucho el efecto causado, pero con el paso del tiempo, unos 15 a 20 minutos más tarde, la pieza entera se me daba vueltas como un torno y sentía la presión, disculpen por la falta de tacto, a la chucha. ¡Me voy a morir! Le decía una y otra vez al Víctor quién, entre muerto de la risa, se mostraba preocupado, tanto así que llegamos a medirme el pulso y la presión, en la vena carótida, con la ayuda del celular. Fue entonces cuando nos dimos cuenta de los resultados producidos por el líquido: Los dos yacíamos semi-agonizantes entre los cubrecamas, inmóviles, dejando afuera solo la cabeza. Un malestar físico nos invadía y contrastaba con las ganas de reír y hablar estupideces que, por lo general, profesamos, aumentadas por el efecto del THC. Estábamos lamentándonos cuando sentimos las campanadas de la Iglesia de la Divina Providencia que queda a solo pocos pasos de mi casa, me incorporé y mirando al Víctor le propuse: ¿Vamos a misa? Quiero comulgar, nunca he comulgado. Llamé a mi papá por teléfono y le di, para ser directa, el manso jugo. Tuvimos una charla moral sobre hacer la primera comunión sin haber participado de curso alguno de catequesis, como es mi caso, y que el cura nunca iba a saber eso, pero que al recibir la ostia estaría tomando mi primera comunión para lo cual, siendo sincera, me sentía preparada en ese mismo momento. Convencí al Víctor para que me acompañara, finalmente aceptó, con la condición, claro, de que primero nos fumáramos algo. En realidad no se qué hubiera pasado si hubiéramos seguido el plan inicial, lo que sí puedo contarles, es que nos quedamos dormidos a los 10 minutos.

No hubo iglesia, ni primera comunión de la Vale, ni nada.

Solamente un sueño intenso y reparador, digno de cualquier Diazepam, gracias al concentrado de California Orange.

sábado, 11 de julio de 2009


LSD

Nos salió una mano de ácido. No les voy a mentir, la hemos tratado de conseguir hace meses.
Este fin de semana largo se veía venir PROMETEDOR; por mi parte, arriendo cancelado, cuentas saldadas, cumplí con todas mis atenciones médicas, tanto físicas como psíquicas y espirituales. Me entregaron una botella nueva para el tratamiento con Flores de Bach, exámenes al día y uno que otro número telefónico de atención en terapias grupales para el programa de trastorno de la personalidad Borderline. Así que sólo quedaba comprar una excelsa cantidad de maría y esperar a que las ganas, la buena onda, la energía y las lucas se combinaran en un perfecto y armonioso conjunto de situaciones altamente hilarantes.

Estamos casi terminando el semestre. Los exámenes y trabajos, informes, entregas y, en el caso de Víctor, peinados coeficiente 2, 3, 5, etc. se arremolinan en el calendario y la presión, lo juro, se siente sobre nuestros hombros. Aún así, nos pusimos de acuerdo para entregarnos al disfrute psicoactivo sin permitir que las obligaciones y responsabilidades fueran capaces de empañar estos 3 hermosos, aunque lluviosos, días de amistad y drogas.

Fue un día Viernes cuando se suponía que haríamos, finalmente, nuestra ambicionada tranza de LSD por apenas 10 mil piticlines. ¿Qué pasó? Bueno, la mano no salió por situaciones ajenas a nosotros, que no vale la pena detallar en este espacio. Lo que si ocurrió fue que logramos obtener el contacto casi directo con el sujeto que nos proporcionaría la droga, inclusive logramos rescatar un número telefónico al cual debía llamar para poder organizar una nueva y, esperamos, exitosa transacción.La cosa es que los planes ya estaban en marcha, teníamos marihuana suficiente para subsistir al menos por el fin de semana completo. Era día viernes y el grupo constaba de 5 integrantes, componentes, participantes, drogadictos o como quieran llamarnos: Yo, Víctor, Karina, Felipe y Matías. Este último había quedado de juntarse con una amiga que vive en las cercanías de mi hogar, algo así como Pedro de Valdivia con Eliodoro Yañez. Perfecto. Partimos en patota (cuando no) al nuevo cuartel general para compartir un par de caños y entablar gratas conversaciones.
La amiga de Matías se llama Clopi, algo así como un diminutivo de Claudia, y su hogar conformado, además de ella, por un par de weones más, que a su vez tenían sus propios invitados, se abría ante nosotros como un cómodo y extenso espacio, en donde pseudo artistas y jóvenes intelectuales, sobrellevaban una interesante velada, guareciéndose del clima, frío, semi-tempestuoso, al compás de Ennio Morriconne y otros soundtracks alternativos.
La verdad es que no nos quedamos mucho rato y finalmente, tras dejar a uno de los integrantes del grupo en el paradero de Pedro de Valdivia, regresamos arrastrando los pies a mi casa. Íbamos transitando por la vereda norte de Eliodoro Yañez, los 4, uno al lado del otro, cuando un ciclista, intentando hacernos el quite, se resbala, derrapando la rueda trasera, frente a nosotros. Razón por la cual el Víctor pegó un grito digno del difunto Michael Jackson en su mejor época, y, como nosotros no estábamos naaaada de volados, rompimos en carcajadas, las que nos acompañaron por lo menos unos 20 minutos o el camino que restaba hasta Providencia. Pasamos a los chinos a comer papas fritas, gentilmente auspiciadas por Matías, y después para la casa a fumar y dormir.
Al siguiente día desperté con una caña de marihuana como no la había sentido nunca. Todo me parecía irreal y los únicos recuerdos que tenía de la velada anterior se desdibujaban en una polvorosa nube de humo blanco. Tanto así que las primeras palabras que pude articular fueron un llamado de atención a mis amigos: Weoooon! No quiero volver a fumar pitos nunca más! Tras constatar que el Víctor se había marchado hacía rato ya, a cumplir con sus obligaciones de coiffure en la peluquería del barrio. Con el Matías y la Karina decidimos dejar que nuestros organismos se restablecieran en un balance natural, y realizar actividades extracurriculares, o para ser más precisos extracannabicas. Fuimos a la Feria de Grecia con Tobalaba. Nos compramos un montón de weas, además de frutas y verduras y alguna que otra cosa útil. En la tarde ya estábamos de vuelta en mi casa fumando pito.
Los planes para ese día no se vislumbraban por completo, y la lluvia amenazaba con caer en cualquier momento. Fuimos a la Bomb Gallery a esparcirnos un rato, con el Víctor y la Karina, invitamos al Ocio y al Paul a compartir un caño y finalmente optamos por destinar el monto del ácido para la compra de unos gramos cocaína. Bajo la lluvia logramos una mano aparentemente convenible, mientras coordinábamos con Matías y la Clopi, quienes a su vez hacían lo mismo en un punto del sector oriente de la capital. Finalmente nuestra mano no resultó y la de ellos sí. Sólo quedaba esperar un llamado telefónico y pegarse un viaje rápido al Barrio Brasil para conseguir la droga.
La reunión, una vez más, fue en mi casa. Nos encontrábamos los 5: Clopi, Matías, Karina, Víctor y yo, algunos más mojados que otros, mirándonos la cara, escuchando música o algo por el estilo. Manos a la obra. Víctor y yo habíamos comprado 10 mil pesos de polvo blanco para nuestro consumo inmediato, no sé a ciencia cierta cuanto habrá comprado el Mati, pero puta que tenía harto. Jalamos todos para comenzar. Era como una carrera, de esas sin metas, ni futuro, en las que apenas puedes reconocer el punto de partida. Con el paso de las horas los contrincantes van disminuyendo en número, y puedes ver como continúan circulando los ejemplares más volubles, mientras sobrepasan a aquellos que van quedando atrás. Yo me debo haber tirado 3 rayas, mientras que el Víctor, no satisfecho con ofrecer cambiarme sus cogollos por mi parte de falopa, terminó por comprar mis gramos. A decir verdad, prefiero la marihuana, porque la mano no era nada espectacular. O puede ser que después de haber vivido bajo el mismo techo que uno de los traficantes más cuáticos que he conocido, ninguna cocaína me sorprende. Lo bueno fue que hicimos de todo; desde jugar bachillerato hasta adjudicarle un nuevo corte de pelo a la Clopi. Y lejos lo mejor de todo, es que estuvimos felices, juntos, como amigos. Y que la Karina probó la coca con nosotros.
No hay alguien que me pueda decir que la cocaína es una mala droga; puesto que aquí no hubo drama alguno ni una calamidad que lamentar. Y quedó de manifiesto, al menos para nosotros, como vivencia, que se puede carretear con coca sin tener que recurrir a situaciones límites o extremas, sino más bien, se puede generar un ambiente incluso apacible, sin salir de casa, sintiendo el golpeteo de la lluvia contra el vidrio; lo que sí, nos tuvimos que fumar como 3 pitos e ingerir una buena dosis de extracto de THC en gotas para poder quedarnos dormidos a las 7 A.M.

sábado, 4 de julio de 2009

Este lunes empezó como ninguno. En resumidas cuentas ya estoy tan jodidamente volada que puedo asegurarles que este día ya valió la pena. Tengo, incluso, la disposición para ir más rato a clases a dar la maldita prueba de Anatomofisiología, súper bien.

Pero no fue todo color rosa,- o verde cogollo si se prefiere- desde el comienzo.Cuando desperté me di cuenta de que iba a llegar tarde a la clínica a la que mi papá quería que fuera a firmar unos papeles de un seguro nuevo, y después tenía hora con un médico y era todo a las 11 y yo estaba en Macul y eran las 10:30. Obvio que no fui, vimos monos en la tele con el Gustavo, me había quedado en su casa esa noche, y luego opté por hacer lo más sensato que podía hacer: llamé al Víctor. Me fui de la casa del Gustavo en bicicleta, pasé a buscar al Víctor y fuimos a la casa de mi mamá. Fumamos unos cogollos que nos quedaban de la mano de Viña.

Como yo estaba conectada a msn me habló un loco que trabaja cerca de mi casa, por Antonio Varas, y me indicó su intención de consumir marihuana, utilizando la característica expresión: Sácate uno. A lo cual yo accedí; tenía un cogollo esperándome en el velador desde el viernes en la noche y quería puro llegar a mi casa. De hecho, me puse a llorar el domingo (anoche) al no poder regresar a Provi, mi mamá estaba cansada y le daba lata ir a dejarme en auto. Por mi parte yo andaba en cleta y tenía que acarrear un montón de ropa limpia, sábanas, mercadería y weás así, y zapatillas. Bueno, pero al final me fui a donde el Gustavo.

El loco del msn, Nacho, me preguntó si tenía mano para comprarle un paragua, ya que nos íbamos a juntar a fumar, y él me lo pagaba luego. Yo le dije que sí, pensando de inmediato en el Nêne, nuestro deal. El Víctor tenía que irse a la peluquería, y yo salí a comprar el dichoso paragua donde el Nêne.Cuando llegué me saludó y me hizo pasar, le dije que quería un pito y me preguntó si yo era la que hacía los tatuajes. Entramos, fumamos y él y su señora me hablaron de los tatuajes que querían hacerse, que por cierto me podían pagar con marihuana. Yo feliz.
Volví a la casa de mi mamá volada, con una sonrisa de oreja a oreja, y me dispuse a buscar los materiales necesarios para hacer los diseños para el Nêne y su mina. Los guardé en la mochila, me duché y me fui a la peluquería, estuve con el Víctor un rato, me hizo un nuevo estilo de brushing, con mousse, medio crespo y liso arriba, bien lindi, ideal para los días húmedos arriba de una bicicleta.
Me junté con el Nacho 10 para las 2, era su hora de colación o algo así, y vinimos a mi casa a fumar.En la tarde puede que nos juntemos de nuevo, pero ahora voy a estudiar para la prueba.

lunes, 29 de junio de 2009

VIÑA DEL MAR

Estoy en un bus recorriendo la ruta que une Viña del Mar con Santiago. Los efectos del THC predominan en mi fisionomía de una manera espeluznante. Están pasando “Una Noche en el Museo” en una telecita de 14 pulgadas y ni siquiera tiene volumen, no pude haber un espectáculo más horroroso.Tendré que hacerles un recuento de ciertos sucesos que nos acontecieron en el transcurso de este fin de semana.

Yo, tenía que irme a Viña. Porque el Matías iba a celebrar su cumpleaños y me planteó que nos fuéramos juntos, yo le dije que si al toque, obvio, porque me encanta Viña, pero no podía irme el mismo viernes. En la semana me inscribí para realizar un taller en la sala del MNBA del Mall Plaza Vespucio; y se ejecutaba el día sábado a las 4 PM. Se lo comenté a la Tamara y ella se animó a su vez junto al Jose. Le dije también que después del taller me iba a Viña y le propuse en son de broma, o webiando, para un mejor contexto, que nos fuéramos también al litoral. DICHO Y HECHO; la Tamara se motivó y quedamos de partir a Viña al otro día.
El sábado comenzó temprano, me llamó el David porque habíamos quedado en reunirnos para dilucidar el futuro de nuestro Indoor y, específicamente, de la California Orange. Me quedé en la casa de mi mamá haciendo la hora para acudir al taller. Nos juntamos a las 4 con el Jose y la Tami y fuimos al famoso taller, que resultó ser harto ART ATTACK pero livianito, me gustó. Después de eso pasamos a tomar helados y nos fuimos caminando; el Jose hasta metro Mirador, y yo con la Tamara nos fuimos a donde mi mamá; tenía que dejar la bicicleta y hacer el bolso para el viaje. Además estaba casi segura de poder convencer al Víctor para acompañarnos. Y así fue. Partimos cargadas a la peluquería a buscarlo y en poco más de una hora ya íbamos camino a Viña, no sin antes pasar a incorporar en nuestro equipaje un cargamento suficiente para subsistir, directamente de la casa del Nêne.
1 Ravotril de 2 mg para cada uno y un paragua rápido en el camino. Manos a la obra, el resto fue un juego de niños. Irradiábamos esa sensación de revolver suave el agua limpia y clara de un vaso, con un pincel empapado en pintura. Íbamos muy contentos. Nos fuimos sacando fotos en todo el camino, nos reíamos, hicimos videos y luego el Clonazepam se apoderó de mis compañeros de viaje que se durmieron dejándome sin otra compañía que el pendrive gritándome a Chris Brown en la oreja.Ellos iban un poco nerviosos porque no conocen al Matías, pero les dije que se relajaran, no vale la pena pensar en catástrofes y cosas del mal, más vale pensar que todo saldría bien y tendríamos un bien merecido carrete en Valpo la quinta región.
Hace tiempo me agregó un loco al msn, ni sé por qué, pero eso siempre me pasa, así que no lo pesqué nunca hasta que un día él me habló. Quizás cuanto tiempo llevaba en mi lista de contactos pasando desapercibido; la cosa es que me habló y me dijo hola y un montón de cosas más y conversaciones triviales, domésticas, poco interesantes o políticamente correctas las cuales no tiene ningún sentido detallar aquí, puesto que sólo alargaría el párrafo, confundiendo al lector. Finalmente el loco es de Valpo y quedamos de comunicaros este fin de semana que yo pasaría en Viña.
Cuando llegamos donde el Mati; el Víctor, la Tamara y yo, fue un completo BOW. Nos sentimos incómodos, el Matías ni me pescaba, había caleta de gente que no conocía y el ambiente se notaba poco distendido. Yo no quería que mis amigos se sintieran incómodos, al contrario, quería que lo pasáramos atroz de bien. Si más que mal, estaba en Valpo con mis mejores amigos, faltaba sólo la Karinita. Así que en 2 indicaciones de celular, coordiné una reunión con el chico de msn endémico de Valparaíso y tras cruzar un par de palabras con el Matías nos dirigimos a tomar la micro que nos llevaría al segundo destino de esa noche. Eran las 1 de la mañana, nuestra ración de pergua había disminuido en, al menos, la cantidad necesaria para un buen caño, y los chicos bajaban a tiempo un vodka.
Nos juntamos en el típico Blockbuster de la subida Bellavista. El loco era re piola, buena onda, andaba con unos amigos que caminaron después de un rato; primero fuimos al Bar entre Amigos y el copete era súper barato, yo tomé un jugo con el Víctor, la Tamara un tequila margarita y los cabros un vodka, parece.Nosotros también andábamos con vodka, un Eristoff, en el bolso (de hecho todavía lo ando trayendo). Cerca de las 3 nos dirigimos a Pagano, era atroz de cola y caro; y elegimos el Morgana que es lo más parecido al Bal-le-duc antiguo, bien simpático, piola, con la misma cantidad de personas que se convierten en un complemento ideal para ornamentar este tipo de locales. Bailamos, fumamos como condenados, había vodka, estuvo filete la weá. Pero al Víctor y la Tamara nuevamente les venció el sueño y cuando, a las 5 AM, comenzaron a desalojar el lugar, nos encontrábamos en la calle sin destino específico aparente.
Teníamos 2 opciones, cada una con sus propias variaciones y posibilidades:
-Aperrar e irnos al terminal de buses y volver a nuestra acogedora capital a primera hora; o,
-Volver a Chorrillos a la casa del Matías y pasar el resto de la madrugada ahí, aunque eso significara, tal vez, soportar caras largas o inclusive una rotunda negación.

Optamos por la segunda, no perdíamos nada, y los tres teníamos las mismas ganas de seguir disfrutando de ese fin de semana fuera de Santiago. Afortunadamente el nivel de THC que destilaba el Mati lo mantenía en un constante estado de apatía y accedió sin ningún problema a que pasáramos la noche en su casa. La micro de vuelta fue una travesía, y comenzó una lluvia frágil y silenciosa como humo.Nos tocó alojar en una especie de living o sala de estar, y los 3, cuál de todos más volados, dormimos apretujados en un sillón-cama, hasta que el nuevo día nos despertó con el sol atravesando gruesas nubes densas y, como la mayoría de las veces, con una atractiva promesa de comenzar bien el día, fumándose uno weno.

La mano más rápida del mundo: en Viña en menos de 20 minutos
15 lucas de Cogollos de Marihuana, valen la pena.
Acá en Santiago cuando po.

martes, 23 de junio de 2009

Psicoterapia Indivudial + Psicoterapia Grupal + Psicoterapia Farmacológica = Vale

Es difícil esa parte del principio de la volada, cuando se te viene un torbellino de cosas a la cabeza y apenas alcanzas a agarrarle la cola a una por estar intentando atrapar otra que viene, porque todas parecen igual de interesantes y seductoras. Ahora estoy sentada en la biblioteca de Providencia. Vengo aquí a conectarme porque cruzo la calle y a veces me llevo un par de libros, nada muy intelectual en realidad, busco los que tienen buenas ilustraciones en la portada y ostentan títulos que parecen interesantes, la mayoría de las veces suelen ser una mierda y los dejo a la mitad, pero bueno, no viene al caso, la cosa es que vengo a conectarme acá y aprovecho a veces de escribir esto, otras veces lo hago en mi casa, sobre todo en la noche, de espaldas a la ventana por la cual se ve todo Santiago, y el cerro San Cristóbal recortando el cielo; con muchos puntitos brillantes y un rio de luz que se curva en dirección a Plaza Italia. Debo verme súper cuática entre esta gente, un panorama mezcla de oficinistas, generalmente estudiantes vespertinos, y jubilados, todos con predispuestas raíces arias; un mundo fantástico, tras un domo bio-ambiental anexo y paralelo al Santiago de Chile que se vive y respira a escasos metros. Soy la única que parece no tener cara de espanto, preocupación e impaciencia;- bueno, entre nosotros, puede que se deba a la dosis de Ravotril y THC cortesía de una desahuciada California Orange que se arrellana junto a mi cama-, en momentos como estos solamente me dejo estar, instalo el msn en estado disponible, y me relajo a esperar que las cosas sucedan.
El Víctor trabaja hoy, conversamos sobre la posibilidad de que venga a alojar hoy a mi casa. De la Karinita no tengo noticias. Hoy desperté y vi Trainspotting, anoche también la vi, pero estaba tan volada que me dormí a los 5 segundos, además venía de entrenamiento de Indoor Cycling y me había dado un baño de tina con sales de baño LUSH, o seeeaaa… que esperai.
No sé qué disposición conservar ante un día como éste, lo más probable es que vaya a clases, el efecto de la droga ya se me está pasando y la vida vuelve lentamente a dibujarse dejando escurrir el suave velo onírico a través del cual me fascina percibir la realidad. Soy la única persona en la sala de lectura vestida enteramente con un buzo de plush, escuchando el soundtrack de Trainspotting con los audífonos del notebook. Hace un rato me hacía gracia, ahora solamente vuelvo a sentir que no estoy en mi lugar.

sábado, 20 de junio de 2009

Hicimos una mano buena de cogollos, a mí siempre me duran más que al Víctor. Ese día recorrimos un circuito, me gustan los circuitos porque como soy obsesiva – ah sí, fui a la siquiatra, es una mezcla de mamá fashion lais, pero terrible buena onda, me dijo que necesitaba terapia y medicamentos, que era obsesiva y que, al contrario de lo que yo pensaba, no era una etapa, si no que corresponde a conductas de mi personalidad, y que es mejor tratarlas – iba diciendo, como soy obsesiva me gusta ordenar en la cabeza todas las cosas que tengo que hacer e imaginar que trazo líneas entre ellas, que las uno y las ordeno, las priorizo, etc., y el resultado es un circuito de cosas por hacer; bueno el día de la mano hicimos un circuito con el Víctor, para variar, ataviado de cosas medio insólitas o casi un poquito fuera de lo común. No sé por qué, ahora, cada vez que tengo la eventualidad de aproximarme a cualquier tipo de alcaloide natural o artificial, siento que se incrementan de un modo dramático las posibilidades de interpretar una retahíla de seudoaventuras domésticas o al menos de obtener estados de una satisfacción exagerada y estimulante.
El recorrido fue el siguiente: estábamos en mi casa o algo así, llegó el Víctor acá o nos juntamos en algún lado, no me acuerdo, pero teníamos que estar a las 1 y 30 en Santa Lucía, bajamos caminando, estoy casi segura de que pasamos a otro lado además, pero llegamos al estudio fotográfico en el que nos hacen la mano con los cogollos, que están muy buenos por cierto, y esperamos un rato, conversando. El Víctor se fumó un cigarro, y tenía Lucky ese día, no sé por qué (siempre fuma Pall Mall mentolados), estábamos sentados en el borde de una ventana que daba hacia el interior del edificio, de esos antiguos, grises, con miles de ventanas, típicos del centro, y habían caleta de gatitos muy feos y enfermos pobrecitos. Después de un rato llegó la señora de los pitos. Nos fuimos a juntar con la prima del Víctor, yo no la conocía, y apareció con 2 compañeras de trabajo, estaban en hora de colación (de 2 a 3 PM) y habían salido para fumar pito con nosotros, porque la prima del Víctor vive a 2 cuadras del trabajo ahí por Mac-Iver entre Huérfanos y no sé qué otra calle. Fuimos a su departamento, donde arrienda una pieza a la dueña del depa que se llama Jimena o Roxana creo, y es muy bonito, decorado y todo, como una casa de verdad, no esas típicas casas de joven independiente, que, a menos que sean cola (fleto), no se preocupan un carajo por la casa y pueden dormir hasta 4 meses con las mismas sábanas; bueno, el departamento era bonito y súper grande, tenían hasta un perro bóxer adentro, que era de la dueña, también había gato, y ahí enrolamos y fumamos un rato bien agradable con la prima del Víctor y sus compañeras, y el Víctor, y el perrito y el gato que me lengüeteaba la pierna todo el rato.

Había una loca súper pero súper rara ese día, hablaba todo el rato como si estuviera dura y hacía como gestos y cosas muy ñoñas a veces y hasta nos contó que tenía una banda de J-Pop y que la amaba, y la loca tenía mi edad, lo juro, incluso puede que más. Le decíamos algo a alguien y se metía y contaba su experiencia personal con respecto a ese tema; se comió un plato de puré con carne y ensalada de tomate, una empanada, un pastel y después decía: uf no puedo comer más, como queriendo decir: “yo como poquito, ya me llené” y ¡había comido caleta po! En fin era súper rara y tenía el pelo rojo desteñido. A mí no me importa en verdad juzgar a la gente, pero el Víctor quedó igual de pasmado que yo con la colorina rara, y eso que en el departamento no intercambiamos ni una sola palabra con respecto a los comportamiento extraños, lo comentamos recién cuando íbamos caminando ya hacia Alameda, y la juzgamos, la categorizamos más bien, pero de verdad si a mí me preguntan qué onda con la loca, pura buena onda, ningún drama, hasta carretearía con ella, no me molesta para nada, pero sí OJO, si alguna vez me comporto como ella, por favor avísenme.
Después de dejar a la prima del Víctor en su trabajo de nuevo, el Víctor me acompañó a la casa del Carlos, un amigo mío de hace mil años, que vive por ahí en Santa Lucía, allá fumamos y yo me quedé haciendo una pega de diseño que tenía que terminarles para el demo de su banda.El Víctor pasó a comprar un secador de pelo al instituto y se fue a Macul. Yo me quedé hasta como las 11 de la noche bajoneando donde el Carlos, que siempre se porta un 7 y yo le como toda la comida.