sábado, 20 de junio de 2009

Hicimos una mano buena de cogollos, a mí siempre me duran más que al Víctor. Ese día recorrimos un circuito, me gustan los circuitos porque como soy obsesiva – ah sí, fui a la siquiatra, es una mezcla de mamá fashion lais, pero terrible buena onda, me dijo que necesitaba terapia y medicamentos, que era obsesiva y que, al contrario de lo que yo pensaba, no era una etapa, si no que corresponde a conductas de mi personalidad, y que es mejor tratarlas – iba diciendo, como soy obsesiva me gusta ordenar en la cabeza todas las cosas que tengo que hacer e imaginar que trazo líneas entre ellas, que las uno y las ordeno, las priorizo, etc., y el resultado es un circuito de cosas por hacer; bueno el día de la mano hicimos un circuito con el Víctor, para variar, ataviado de cosas medio insólitas o casi un poquito fuera de lo común. No sé por qué, ahora, cada vez que tengo la eventualidad de aproximarme a cualquier tipo de alcaloide natural o artificial, siento que se incrementan de un modo dramático las posibilidades de interpretar una retahíla de seudoaventuras domésticas o al menos de obtener estados de una satisfacción exagerada y estimulante.
El recorrido fue el siguiente: estábamos en mi casa o algo así, llegó el Víctor acá o nos juntamos en algún lado, no me acuerdo, pero teníamos que estar a las 1 y 30 en Santa Lucía, bajamos caminando, estoy casi segura de que pasamos a otro lado además, pero llegamos al estudio fotográfico en el que nos hacen la mano con los cogollos, que están muy buenos por cierto, y esperamos un rato, conversando. El Víctor se fumó un cigarro, y tenía Lucky ese día, no sé por qué (siempre fuma Pall Mall mentolados), estábamos sentados en el borde de una ventana que daba hacia el interior del edificio, de esos antiguos, grises, con miles de ventanas, típicos del centro, y habían caleta de gatitos muy feos y enfermos pobrecitos. Después de un rato llegó la señora de los pitos. Nos fuimos a juntar con la prima del Víctor, yo no la conocía, y apareció con 2 compañeras de trabajo, estaban en hora de colación (de 2 a 3 PM) y habían salido para fumar pito con nosotros, porque la prima del Víctor vive a 2 cuadras del trabajo ahí por Mac-Iver entre Huérfanos y no sé qué otra calle. Fuimos a su departamento, donde arrienda una pieza a la dueña del depa que se llama Jimena o Roxana creo, y es muy bonito, decorado y todo, como una casa de verdad, no esas típicas casas de joven independiente, que, a menos que sean cola (fleto), no se preocupan un carajo por la casa y pueden dormir hasta 4 meses con las mismas sábanas; bueno, el departamento era bonito y súper grande, tenían hasta un perro bóxer adentro, que era de la dueña, también había gato, y ahí enrolamos y fumamos un rato bien agradable con la prima del Víctor y sus compañeras, y el Víctor, y el perrito y el gato que me lengüeteaba la pierna todo el rato.

Había una loca súper pero súper rara ese día, hablaba todo el rato como si estuviera dura y hacía como gestos y cosas muy ñoñas a veces y hasta nos contó que tenía una banda de J-Pop y que la amaba, y la loca tenía mi edad, lo juro, incluso puede que más. Le decíamos algo a alguien y se metía y contaba su experiencia personal con respecto a ese tema; se comió un plato de puré con carne y ensalada de tomate, una empanada, un pastel y después decía: uf no puedo comer más, como queriendo decir: “yo como poquito, ya me llené” y ¡había comido caleta po! En fin era súper rara y tenía el pelo rojo desteñido. A mí no me importa en verdad juzgar a la gente, pero el Víctor quedó igual de pasmado que yo con la colorina rara, y eso que en el departamento no intercambiamos ni una sola palabra con respecto a los comportamiento extraños, lo comentamos recién cuando íbamos caminando ya hacia Alameda, y la juzgamos, la categorizamos más bien, pero de verdad si a mí me preguntan qué onda con la loca, pura buena onda, ningún drama, hasta carretearía con ella, no me molesta para nada, pero sí OJO, si alguna vez me comporto como ella, por favor avísenme.
Después de dejar a la prima del Víctor en su trabajo de nuevo, el Víctor me acompañó a la casa del Carlos, un amigo mío de hace mil años, que vive por ahí en Santa Lucía, allá fumamos y yo me quedé haciendo una pega de diseño que tenía que terminarles para el demo de su banda.El Víctor pasó a comprar un secador de pelo al instituto y se fue a Macul. Yo me quedé hasta como las 11 de la noche bajoneando donde el Carlos, que siempre se porta un 7 y yo le como toda la comida.

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